Boteja en un mensalle


Antes que nada voy a decir antes que, y luego voy a decir nada. Ahora sí, me presento: mi nombre es Mengano Mongoleto Magoya. Cuando era pequeño me abandonaron en una nube. Fui criado por un robot y una lechuga. Se me instruyó en el arte de hacer equilibrio con una escoba en la punta del pié hasta los 14 años. Me enviaron a la Escuela Militar de Barquitos de Papel. En seguida abandoné los estudios para ser ayudante del conejo de pascuas, pero, tras un desafortunado incidente gastronómico, debí también desatender mi profesión y busqué asilo en un museo al cual arribé persiguiendo tres extraterrestres que estornudé sin querer. Trabajé de sombrilla durante los fines de semana para pagar mi alojamiento, mientras por las noches tomaba cursos de improvisación por correo. Un día conocí al inventor de la locura y nos hicimos grandes amigos. Fabricamos chispas y ondas gravitacionales con los dedos hasta que le creció un tomate en una oreja y lo internaron en una fábrica de espantapájaros. Luego perdí la memoria e hice todo de nuevo. Logré evitar perder la memoria una segunda vez porque no recordaba cómo había hecho la primera. Descubrí el amor, pero éste no me descubrió a mí, hasta que recibí una carta de una admiradora secreta, pero era tan fea que la virginidad se le hizo crónica. Para sacarme el mal gusto, escribí un libro y me echaron de la biblioteca. Me enamoré de un cangrejo pero no le causó gracia, así que caminé hasta Marte en soledad, desde donde escribo estas líneas. Si alguien encuentra esto, por favor, mande una grande de mozzarella y un rollo de papel higiénico. Gracias.