Insomnio


-¿Y qué pasó después?

-¿Después...? Como le decía, había yo forjado un plan majestuoso. Como no tenía dinero para comenzar mi viaje, fui en busca de mi amigo. Allí, en la puerta de su casa, me atendió su padre, destrozado. Su cara en ese momento es uno de los símbolos que se han grabado en mi inconsciente. Cuando pienso en el dolor, veo su rostro, aquél rostro. Él había pasado toda la noche en vela, por condena de su propio hijo, mi amigo. Me contó con gran tristeza lo que había ocurrido la noche anterior:

“Intentó contar ovejas, pero éstas eran muy particulares y tenían la extraña habilidad de impedirle dormir. Todas eran diferentes y cada una hacía algo grotesco, ya sea una impecable pirueta aérea o tan sólo un simple gesto con las orejas. Hasta hubo algunas que mirándolo a los ojos soltaban en pleno vuelo un sonido sugestivo que persistía aún después de desaparecidas las fugaces pupilas; y la sugestión creaba palabras que cambiaban de sentido tan rápidamente que no podía fijarles sentido alguno. Mientras tanto, las ovejas que ya habían saltado, se amontonaban del otro lado sin saber qué hacer: se miraban entre ellas (perplejas) o comían pasto o lo miraban a él. Inclusive había una pequeña que luego de saltar se deslizaba por un lugar de la cerca en donde las tablas estaban más separadas para volver a formar la fila una vez tras otra; a veces se quedaba atascada, dando patadas y retorciéndose entre el sueño y la vigilia.
“En su cabeza semidespierta todavía sonaban las palabras que había oído venir desde el joven, y que ahora se entremezclaban con las de las ovejas:
“-Estuvimos charlando mucho tiempo (así recuerdo yo cómo él recordaba las palabras), y mis amigos me pidieron que yo hablara ante ustedes. No queremos robarles demasiado tiempo, así que iré hasta el final de la manera más directa posible... Círculos... Luego podremos responder...
“Baruch, debo explicarle que padres y madres se hallaban reunidos sin saber qué esperar, según me contó aquél día. Frente a ellos hablaba este hombrecito y detrás de él guardaba silencio un grupo de veintidós jóvenes que hablaban a través de su boca.
“...llegamos a la conclusión de que nuestra generación es muy diferente de las otras. Nos dimos cuenta de que la juventud está para algo: vinimos a cambiar el mundo. Ya no nos sentimos niños, ni como individuos ni como raza, de hecho, comenzamos a sentir la vejez en nuestros cuerpos, y queremos que este planeta sea un hogar que nos unifique, que sea un paraíso; y puede serlo...
...la decisión...

...el tiempo...
...no queremos más trabajos desagradables que nos quiten la mitad de cada vida, no queremos más gobiernos ni escuelas, queremos ser libres sin tener que adaptarnos por la fuerza a la idea de alguien más ya sin contexto actualizado. Queremos elegir, y queremos poder elegir una vida que sea un festejo de principio a fin... esclavitud... por mucho que pensamos, no comprendimos por qué deberíamos adaptarnos al sistema en el cual nacimos por azar, habiendo tantos caminos como el azar mismo lo permite...
-Sus recuerdos hicieron un esfuerzo más -dijo el borracho, y continuó citando de memoria-:
“...tampoco entendemos -ni esperaban que entendieran, agregó- por qué continúa existiendo el dinero, que es el manantial de las maldiciones y sólo sirve para introducirnos en ese sistema maligno; todo lo que nos enseñan -no...- cómo nos lo enseñan, se basa en el dinero, dinero como fuente de poder, poder comprar y vender, controlar y ser controlado...
...un juego circular de...
...así que tomamos una decisión: si el mundo no está dispuesto a cambiar su mitología económica y su pobre rutina milenaria sin motivo ni fin, nosotros renunciaremos al mundo...

...pero libres...

...somos pocos y no molestaremos a nadie; por el contrario, seremos tan útiles como un pajarito en el lomo de un hipopótamo...

...lo vivido o imaginado... ...hipopótamo... ...lo nuevo...

...o lo no recordado...

...la decisión ya está tomada: nos iremos lejos para intentar nuestro experimento y evitar que sus bostezos y ronquidos destruyan el mundo de nuestros sueños...
“Esa pequeña rebelde volvió a saltar la cerca y le gritó: ¡leeejos!

“Casi nadie creyó ni una palabra; peor aún, las miradas cargadas de castigos caían sobre ellos desde párpados furiosos. Nadie había entendido el mensaje, aunque de algo no quedarían dudas a la mañana siguiente: jamás volverían a ver a esos que creyeron sus hijos y que preferían ser huérfanos, pero libres.

Aún después de la ausencia, algunos adultos seguían creyendo que se trataba de una travesura, y en alguna forma lo era: una travesura muy grande. Y como ocurre siempre con las cosas grandes, era necesario tomar cierta distancia para poder contemplar su belleza. Ciertamente, contemplarían la belleza más grande del universo.

-¿Qué ocurrió? –preguntó Baruch sin poder contenerse-.

-Cuando por fin pudo dormirse, soñó toda la noche que no se pudo dormir.

-No. ¿Qué pasó con los muchachos?

-Ah, la nave partió hacia la noche siguiente, la más grande que el hombre había visto jamás, elevándose con el sonido de atronadoras flautas hipnóticas que se los llevaba -¡leeejos!- para siempre. Los hijos habían muerto; los Migradores habían nacido. Y así perdí yo toda posibilidad de rastrearla. Perdí toda esperanza pero seguí esperando, lo cual es la tortura más grande que el hombre pueda imaginar.

-Bueno –dijo Baruch-, dicen que es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca.

-¿Cómo saberlo? No existe nadie que haya vivido las dos cosas. No señor... Nada hay más relativo en el mundo, a excepción de la vida, que de ella se dice que sólo se vive una vez, pero quienes eso dicen miden la vida desde el nacimiento hasta la muerte y no creen que entre ambos puntos sea posible vivir más de una vez... incluso al mismo tiempo.

“Yo había amado y había perdido, y luego sentí que nunca había amado, hasta que amé otra vez, por vez primera. Como ve, la realidad es más compleja que los refranes. El recuerdo de lo que podría seguir en la serie que se esbozaba me dio escalofríos, y me juré perseguirla hasta el fin del mundo... Nunca imaginé que el mundo terminaría.

-¿Cumplió su juramento? No se ofenda, pero no lo veo buscándola en este instante.

-Claro que no me ve, no en este momento. Ya cumplí mi promesa. La busqué hasta el fin del mundo, luego di marcha atrás y regresé al bar. Eso fue como a las dos de la tarde.

Baruch se sonrió sutilmente, burlándose del pobre tipo.

-No sabía que se pudiera llegar tan rápido al fin del mundo -dijo intentando un tono condescendiente que le salió más bien estúpido.

-Normalmente no. Pero cuando uno tiene un hologramatrón, la cosa es diferente.

Baruch tuvo que prestar más atención.