Lluvia Seca


-¿Ves aquella estrella, la enana blanca de la derecha? Yo la descubrí. La bauticé. Pero ya no existe. Aún cuando la vi por vez primera, ya se había extinguido; tardó demasiado en alcanzar mis ojos, y para cuando la luz llegó aquí, la estrella se había esfumado. Eso es lo que hace el tiempo, crea ilusiones por doquier. Ni siquiera la luz puede escapar a su prestidigitación; la noche entera es conejo de su galera. La noche, majestuosa fotografía de los tiempos, es tan insustancial como la memoria de los hombres: aparentemente eterna, increíblemente efímera. Un adjetivo demasiado grande para el mortal sustantivo que soy.

-¿Cómo llamaste a la estrella? –preguntó Anna.

Baruch alejó la mirada del cielo. Dejó caer su puño sobre el interruptor, y la noche virtual se desvaneció serenamente de la cúpula del observatorio. Dilató un poco más su respuesta:

-Las distintas realidades se arremolinan en nuestras mentes, Anna, como este cielo ficticio de laboratorio con los engranajes de la noche pura. Y un día cualquiera alguien simplemente presiona este botón y se apaga nuestra vida, y todo lo recordado, aquello que tomamos por real, se desvanece junto con la memoria, se diluye en la Noche Real. Puedo asegurarte, Anna, que no habría cielo estrellado de no haber seres como nosotros que lo nombraran; al menos no un cielo como éste, hecho de nuestros sueños, que a través de nuestros ojos reducen fabulosas luces etéreas a puntos con nombres, sueños, quiero decir, de encontrar allí lo que allí no está.

Anna era hija de las estrellas y lo sabía bien, aunque le pareció una visión un poco hipocondríaca, y replicó:

-Hay otras cosas en la vida, como la lluvia: que puede haber dejado de llover hace minutos y sin embargo de su ausencia sigue lloviendo... ¡y mojando!. ¿Es la lluvia también una ilusión, tan sólo porque llueve y no llueve a la vez?

-¿Nunca te preguntaste por qué es melancólico –hipocondríaco, diría Anna- ver llover tras una ventana mientras uno permanece seco y no completamente ajeno ni relacionado a esa realidad? Es la retórica de la naturaleza; y la mente, en esos casos, no puede más que callar y percibir la ilusión, asombrada. Esa ventana que nos permite ver la lluvia sin mojarnos es invención humana, proyecto de su mente, y al morir el hombre muere la ventana. La lluvia queda... y si moja no lo sabrá el hombre; y si lo sabe no lo sabré yo. Pero el cristal de tiempo que nos separa de las estrellas es diferente, porque el baño de luz astral que nos brinda no deseamos que amaine, vivos nos mantiene y un lugar y propósito nos brinda en el universo. Es una lluvia seca, la de la memoria. No, esa enana blanca no va a volver. Sí, cuando su luz no llegue más a la Tierra, alguien podrá presionar el botón nuevamente y la verá, allá a la derecha, exactamente donde la dejamos –y diciendo esto sostuvo en alto el puño cerrado para dejarlo caer-... Pero no volveré a sentir aquello que cuando le di un nombre y para mí mismo la inventé, sin que ella siquiera supiese, sin que por lo menos existiera.