Un cuento trágico


-No puedo seguir con miedo. Te voy a seguir amando- dijo ella, mirando hacia una rockola. Inmediatamente surgieron sonidos de esta última, como toros rascando sus cuernos contra el pizarrón en que se derrama la vía láctea, es decir, al ritmo en que vibran los metales oscuros que pocos oídos saben destilar:

La vida en ayunas, tereré–tereré
La muerte de insomnio,
Y estas agujas que me tienen clavado a
Las horas sin vooos

Mañanas de lluvia, tereré-tereré
Las tardes nubladas,
Mañanas oscuras naciendo de noches
Bañadas de soooool

El Nilo sin agua
Estrellas sin noche
Mi boca cerrada pa’ poder decirte
Que muero por vooos

Palabras sin letras
Mis libros sin hojas
Esta canción sin estribillo
Y yo sin tu amoooor

Te besé - (Y no pude olvidarte)
Te soñé – (Y no te pude besar)
Moriré – (Y no podré soñarte)
Olvidaré – (Para volverte a besar)
U – na y – o – tra - vez


(repite todo cien veces, especialmente el estribillo, de ser posible, en varios idiomas)

La chica enseguida murió. Era una excusa para comenzar el cuento de una manera romántica y sensual. Sin duda alguna de haber logrado mi cometido, el punto interesante aquí es la rockola... la que imaginé como un robot con tantos pelos como neuronas que rápidamente sintetizaba canciones en base a lo que la gente decía a su alrededor. Algo así como un payador del futuro. Lo curioso es que la gente parecía no prestarle atención. Lo importante es que se cayó sobre la mujer, aniquilándola efectivamente. Y lo siguiente es lo que quería contar desde un primer momento: Terminó el cuento. Sé que suena extraño y puede llegar a confundir al lector, pero no hay vuelta que darle: murió el personaje principal, el único personaje del cuento. No lo puedo continuar. A menos que el robot realmente tuviera un avanzado sistema de Inteligencia Artificial. O una amante humana. Hay muchas posibilidades para retomar el cuento, pero, ¿qué caso tiene? La mujer se murió. La pregunta es si la rockola lo hizo, o si nunca estuvo viva, desde un repetitivo primer momento.

Entra en escena nuestro queridísimo y desconocido héroe detectivesco, auspiciado por Dulces de Leches Doyle’, el único dulcedeleche que sirve para lavarse las manos, acompañado por su fiel mascota, el perro Doylito. Echando un rápido vistazo, el perro sabe instintivamente que el cuento no tiene futuro, que lo mejor sería retirarse a tiempo antes de morir aplastado por un reloj despertador de pared. Aún así, es valiente y enfrenta sus miedos. Y le lame la mano a Plop, su amo. Plop (como Usted habrá advertido que se llama el héroe) tenía mucha experiencia en casos como este. Había ayudado a la policía a encerrar a Dan Brown para que pudiera escribir tranquilo sin molestar a nadie.

-Esta es una escena típica, Doylito –dijo Plop-. Un cuento en donde la protagonista es asesinada en plena introducción. Quizás su autor intelectual haga gala de sus dones para despistar a la gente y planea revivirla. O tal vez es uno de esos cuentos que empiezan por el final. ¡Eso es, Doylito!

-Guau.

Juntos se fueron a celebrar a su cabaña del bosque. Fin.

¡Un momento! –dijo Plop- No voy a abandonar este moribundo cuento tan fácilmente.

Y un reloj le partió la cabeza. Si hay algún otro guapo, que salga.

-Yo… disculpe, Señor Escritor, eeeh. ¿Usted es médico o está medio loco?

El escritor no respondió. Pensó en despertar a los leones alados que dormían en el cuento de al lado, pero hubiera sido un argumento poco convincente. Lo dejó hablar.

-Estamos a dos páginas del comienzo y ya han muerto casi todos. ¿Qué clase de Dios se cree que es Usted? Tenga la amabilidad de aceptar mi renuncia o de renunciar a mi amabilidad –estas palabras fueron pronunciadas, con dientes que podían desgarrar una vida con sólo imaginarlo-.

-¡Señor escritor! –dijo el juez Graveroz- Limítese a describir las acciones sin más adornos que palabras sencillas como "grande", "verde" o "feroz".

Objeción. Usted puede prescindir de toda otra palabra porque su existencia depende de sólo esas tres, pero algunos necesitamos inclusive cinco letras para pronunciar "amor". Y una de ellas con acento. Por otro lado, mi poder es tan grande, verde y feroz que, con tan solo desearlo, puedo hacer que un agujero negro se lo trague a Usted y a toda su familia. Y si no tiene familia se la invento para que sufra más.

-¡Nadie le creerá, lunático!

Exacto, nadie cree en mí, por eso no me pueden ver ni tocar y yo puedo estar tanto en este mundo como en el de al lado. De hecho, recordé que debo ir a darle de comer a los leones alados. Comen cocodrilos.

Pero voy a darles una oportunidad más. No será fácil. Posiblemente haya cocodrilos alados que comen leones. En ese caso, no hay de qué preocuparse, no hay leones entre ustedes. Por ahora. Rápidamente llegó un león y se excusó públicamente por llegar tarde. Dijo que tuvo que pasar por el cuento de al lado y que unos cocodrilos voladores casi se lo comen. Perdonaremos a nuestro león porque es un personaje clave en esta historia. Sin él no se puede terminar el cuento.

El león sacó una ametralladora y los mató a todos, luego creó agujero negro con la mente y desapareció para siempre. La rockola se levantó y tapó el agujero con el reloj que había matado a Plop, puso una canción de los Bee-Gees y apretó la tecla "repeat".