Colectivo fantasma


Voy a contar una historia verídica que viví con mi propio cuerpo. Sucedió, como muchas otras historias verídicas, a bordo de un colectivo repleto a tal punto de otras personas verídicas que el conductor ya no paraba para que subieran más. El problema es que tampoco paraba para que bajaran los pasajeros actuales, lo cual suele suceder cuando alguien tiene una idea por la mitad: se origina una paradoja que no sucumbe ni ante los insistentes timbrazos de las viejas anti-paradojas que saben que su tiempo se consume.

A partir de ese momento, todos los individuos que viajaban en el colectivo conformarían un ser único e indivisible para siempre, a menos que yo pudiera evitarlo. Y podía.

Me abrí paso entre los seres verídicos hasta alcanzar el extremo anterior del infernal vehículo. Puse un pie sobre el espacio entre dos personas que ejecutaban sin preocupaciones la acción de sentarse sobre un asiento, y uní el brazo que la naturaleza me ha dado por garra y aleta con la manija bajo cuya figura el orden de ciertos símbolos transmitía: "tire para derribar el cristal", al tiempo que gritaba en dirección al chofer y con la misma firmeza: "por medio de esta potencial acción, dejo constancia de mi disconformidad con la actual paradoja y reafirmo mi perplejidad ante la contradictoria prohibición de sacar los brazos por la ventanilla".

Por sobre el nivel de las cabezas pude ver que el chofer miraba mi imagen vertida al revés en un espejo que asemejaba un ojo de vidrio. Estoy seguro de que llegó a interpretar la conjunción de mis palabras con mi postura corporal. Pero, a pesar de ello, no paró.

Pasaron varios años desde que ocurrió esto y aún sigo sin poder bajar. Varios pasajeros murieron por distintas causas, y sus almas, por ser más livianas que los cuerpos, fueron amontonándose en los asientos de atrás.

Cierto día murió también el chofer, y tuve que hacerme cargo del volante.

De tanto en tanto veo algún niño, un anciano o una hermosa mujer levantar el brazo para parar el colectivo y no me atrevo a pasar de largo ni a dejarlos subir, así que hago una seña que algunos interpretan como "el de atrás viene vacío".